Hace un tiempo me crucé con una historia que me parece un delirio típico de las novelas. Excepto que…¡Los escritores son los protagonistas! Los reales, los de piel y hueso, quienes se adueñaron de una isla y lo convirtieron en Reino. Por absurdo que parezca, el escritor español Javier Marías es el Rey Xavier I en el Reino de Redonda.
Reino de Redonda. Existe. Es una pequeña isla cerca de Antigua y Barbuda. Es ficticio porque no tiene una capital, ni habitantes, ni gentilicios (¿redondinos? ¿redondinenses?) pero que existe, existe. ¿Cómo vamos a poder omitir un Reino tan disparatado pero tan salido de las novelas? Y todo comienza en 1865, cuando el padre del escritor M.P. SHield compró la isla y la misma Reina de Inglaterra (Porque una historia de esta índole no podía dejar afuera a la Reina) le otorgó el Reino de Redonda, siempre y cuando fuese ficticio (¿?).
De SHield pasó a Gasworth quien en bancarrota, se lo pasó a Wynne-Tyson, quien abdicó (porque no sería un reino sin una abdicación, vamos, que lo vuelve más dramático) y le pasó el título, en los 90, al mismísimo español Javier Marías.
El Rey Xavier I (porque somos plebeyos y no le podemos decir más Javier Marías) está entre las controversias de quien es el verdadero heredero al trono, donde hay controversias del tamaño de: «El Imperio Británico no debería darle el título a alguien del Imperio Español, cuando invirtieron tantas libras esterlinas». Quizás, el argumento sobre la colonización e imperios del siglo XIX sea de los elementos más divertidos.
Y la historia no termina aquí. Se extiende a los títulos nobiliarios que el Rey Xavier I le otorgó a gente del arte como Francis Ford Coppola, Duque de Megalópolis o Mario Vargas Llosa como Duque de Miraflores o Sebald como Duque de Vértigo (sencillamente fantástico). Y así, en la lista están autores como Coetzee, Savater, Villoro, McEwan, Lobo Antunes y Kundera. Umberto Eco quizás tiene el mejor título de todos: Duque de la Isla del Día de Antes.
Esta es una de la cosas más extrañas del mundo de la literatura, entre tantas otras que suceden en este mundo. Donde autores que leemos pertenecen a un Reino y juegan a ser duques y reyes. Cómo si fueran protagonistas de los delirios de los personajes de sus propias novelas.